Una ciudad tomada por las bandas callejeras. El crimen campa por sus respetos. Las calles se llenan de delincuentes comunes, navajeros, yonkis, canis y yenis, taxistas que escuchan la COPE a volumen infernal… Las autoridades, venales, corruptas y pusilánimes, no hacen absolutamente nada para detener tanta locura. Sólo tres compañeros de gimnasio, adictos al clembuterol y a los efluvios del Reflex, están dispuestos a plantar cara a las bandas de delincuentes y a limpiar las calles de escoria.

Realmente, casi todos los juegos de lucha estilo «yo contra el barrio» que aparecieron en los 80 y los 90 partían prácticamente de ese mismo argumento: un justiciero o un reducido grupo de justicieros que deciden por su cuenta recuperar las calles para las personas humanas buenas de bien. The Combatribes, publicado en 1990 por la casi olvidada Technos Japan (responsable de otros grandes del género, como Renegade o Double Dragon) no era una excepción. Pero no nos engañemos: quienes en aquella época nos pulíamos monedas de cinco duros en este tipo de máquinas no buscábamos historias épicas ni personajes de gran profundidad psicológica (mi adicción a los RPGs comenzó mucho después), sino pasar un buen rato repartiendo tollinas en toa la cepa de la oreja.

Los Tres Mamporreros

No son Donald, Panchito y José Carioca, sino Blitz, Berserker y Bullova. La pretensión inicial de Technos debía de ser que estuvieran representados los tres tipos básicos de personaje que han sido y aún son (al menos en cierta medida) una constante en todos los juegos de lucha: el tipo fuerza bruta, lento pero de pegada contundente; el tipo ágil, que compensaba su relativa debilidad con su rapidez, y el tipo equilibrado, que combinaba una fuerza y una agilidad medias, personaje ideal para jugadores novatos. Desgraciadamente, los creadores de este juego no quisieron romperse la cabeza tanto como lo hicieron un año antes (1989) los de Capcom con el genial Final Fight, en el que Haggar, Guy y Cody eran verdaderos paradigmas de los tres tipos mencionados, con lo cual, los tres protagonistas de The Combatribes eran casi idénticos no sólo en aspecto (el mismo sprite para los tres, con el color del traje cambiado), sino también en estilo de lucha. Pero este defecto no significa que el juego que nos ocupa no tenga su propio encanto, como veremos más adelante.


«¡Utiliza el transporte público, jodido bastardo!»
Comunidad de Madrid. La suma de todos.

Gran surtido en chusma

Admitámoslo: The Combatribes no es tan espectacular como otros juegos del género. Si este juego hubiese aparecido tan solo un año o dos antes de cuando finalmente lo hizo, probablemente ahora mismo tendría la fama y el reconocimiento de su hermano Double Dragon, o de los grandes juegos de lucha de Capcom. Pero no fue así, y el aspecto gráfico general de The Combatribes resulta algo desangelado y feo si lo comparamos con algunos de sus contemporáneos, como el espectacular Final Fight, que hacía gala de personajes más grandes y definidos y escenarios más realistas. Pero esto no quiere decir que no estemos ante un juego con un aspecto visual bastante cuidado. Si antes hacíamos mención al hecho de que los tres personajes protagonistas son casi clónicos, uno de los puntos fuertes de The Combatribes es su gran variedad de diseños de enemigos. De hecho, cada nivel del juego tiene sus propios tipos de enemigos, más o menos acordes con la ambientación de cada escenario: los moteros del escenario urbano del primer nivel, los mimos y payasos del segundo, los patinadores del tercero, los skinheads y punks del cuarto o los solados fuertemente armados del quinto. Además, The Combatribes destaca también por la gran cantidad de movimientos que pueden ejecutar no sólo los jugadores, sino también los ya mencionados enemigos, a los que veremos atacar y caer al suelo de diversas formas, retorcerse de dolor en el suelo, salir despedidos por nuestros golpes… todo ello con una animación inusualmente detallada. Y por último, también es digno de mención lo logrado que está el efecto de colisión entre sprites, especialmente cuando arrojamos a un enemigo contra otro. Mientras que, por ejemplo, en Final Fight el enemigo arrojado parece atravesar como si nada al enemigo sobre el que aterriza, en The Combatribes se ve claramente cómo chocan, y el que está de pie cede ante el peso del enemigo al que hemos arrojado y cae también al suelo.


Al principio duele, pero verás como luego te gusta, tontorrón.

Tanto ruido y al final…

Poco se puede decir, no obstante, del apartado sonoro de este juego. Nada es horroroso, pero tampoco han nada digno de mención. Todo se reduce a ruidos de golpes, algún que otro «Ugh!» y «Ouch!» digitalizado (o más bien enlatado) y poco más. No obstante, tampoco es que un juego así lo necesite. La banda sonora se completa con melodías demasiado parecidas entre sí y algo machaconas. Es una suerte que los responsables del juego decidieran que sonaran a volumen bajo, muy bajo (casi inaudible en el ambiente ruidoso de un salón recreativo) con respecto a los muy altisonantes efectos, con lo cual acompañan sin incordiar.


Brocken, de World Heroes, en uno de sus primeros papeles.

Una historia de violencia

Veamos: de momento hemos hablado de un apartado gráfico bueno pero por debajo de la media, un sonido mediocre… ¿Qué tiene este agua para que en Retrobits la bendigamos? Pues todo lo demás, amigos, todo lo demás. Como ya hemos dicho, en la época en la que apareció The Combatribes salieron a la luz muchos y grandes juegos de lucha, pero creo que pocos eran tan brutales, salvajes y violentos como este. Este juego nos permite no sólo dar puñetazos y patadas, sino arrollar a los enemigos tomando carrerilla, asirlos por los pies y darles vueltas hasta que salgan disparados por la fuerza centrífuga (una técnica muy útil para despejar el terreno si nos hacen una envolvente, cosa que ocurre con frecuencia), cogerlos en volandas y arrojarlos de boca contra el suelo… Y otras divertidas travesuras, como las que podemos ver en estos GIF animados que he preparado para la ocasión:

 

 

Los niveles de ensañamiento a los que podemos llegar con gamberros a los que nos enfrentamos casi no conocen precedentes, salvo, quizá, Renegade, en el que podíamos ponernos a horcajadas sobre los enemigos que quedaban tendidos en el suelo y abrirles la cabeza a puñetazos. Claro, que era lo más justo que podía hacer Technos por nosotros, como jugadores, teniendo en cuenta que el número de enemigos que nos ataca en cada oleada es inusualmente grande y, encima, nos abordan desde todos los frentes. Todo esto, en su conjunto, da lugar a melées absolutamente gloriosas, como pocas veces se han visto en un videojuego de este tipo, anterior o posterior. Y es que, a todo lo ya descrito, hay que añadirle que, a partir de cierto nivel, intentar agarrar a un enemigo no siempre es cosa fácil, dado que a menudo encuentran una forma de zafarse de nuestra técnicas más salvajes, casi siempre dolorosa para nosotros.


Skins, punkos y el indio de los Village People
persiguiéndote por un estadio. Supera esto, Clive Baker.

Luego están los jefes de nivel, a cada cual más pintoresco (mejor usemos esa palabra, de entre las muchas que se me ocurren): el obeso líder de una banda de moteros, un tragafuego, un punko con un mazo enorme (¿qué es un juego de lucha sin uno o varios punks con su mohawk y todo?), el indio de los Village People (bueno, no exactamente, pero se parece), un cyborg nazi y una fulana que lanza rayos. No me digan que no es todo un elenco. Aunque la curva de dificultad de estos jefes está bien trazada, todos resultan realmente duros de pelar, capaces de defenderse como un gato panza arriba ante casi cualquiera de nuestras acometidas, por lo que sólo siendo extremadamente cautos y pacientes podremos vencerlos.


La salsa de queso del Burger King tiene
justo ese efecto sobre el redactor de este artículo.

Todo ello, en su conjunto, da como resultado un tira y afloja entre nosotros y la máquina intenso, desafiante, en el que cada avance, por pequeño que sea, se puede ver como un gran triunfo, y te impulsa a introducir más y más monedas para seguir adelante. Y no hablemos ya si jugamos con uno o incluso con dos compañeros de masacre (sí, tres jugadores simultáneos); hondonadas de hostias y risas, en uno de esos ratos que merece la pena perder.


¡A mí la legión!

El control es algo atípico, pero no reviste mayor complicación. Dos botones, uno para puñetazos, otro para patadas y, pulsando los dos a la vez o dando dos golpes al joystick en la misma dirección, carrera, que se puede combinar con cualquiera de los botones de ataque para cargar contra el enemigo. Nada más. Como curiosidad, Technos utilizó este mismo sistema de control para sus juegos de wrestling, como el WWF Superstars (somos muchos los que conocimos este deporte-espectáculo a través de estos juegos, mucho antes de verlo en televisión).


Si Bigas Luna y Almodóvar hiciesen una película juntos,
seguro que habría una escena así.

Otras versiones

The Combatribes conoció una única versión doméstica, para Super NES / Super Famicom, en 1992. Apareció en Japón y en Estados Unidos; en Europa ni la olimos (como suele ocurrir). Por lo poco que la he probado, puedo decir que es bastante light, especialmente la versión americana, en la que se eliminaron las salpicaduras de sangre y otros elementos que pudieran considerarse «polémicos». Además, ambas versiones acusan un significativo descenso en el número de enemigos a los que derrotar, por lo que las épicas tanganas de las que hablaba antes no lo son tanto en la versión de consola. De esta no tengo capturas de pantalla, y me siento vago para hacerlas ahora (a pesar de que tengo la ROM por ahí en algún sitio), pero en YouTube, la tele de los que no queremos ver la tele, hay un buen puñado de vídeos, como por ejemplo este:

Como contrapartida, eso sí, la versión para SNES de este juego intentaba darle algo de profundidad argumental al juego, incluyendo diálogos entre los protagonistas y los jefes de nivel, así como un modo Versus similar al que pudimos ver en la versión de NES de Double Dragon o en Streets of Rage II. De todos modos, como ocurre casi siempre, me quedo con el original.

Despedida y cierre. Carta de ajuste.

Poco más puedo añadir sobre este juego. Como conclusión, diremos que puede que no sea de lo más florido de su género, pero en él se pueden encontrar elementos que lo hacen digno de ser tenido en cuenta por cualquier aficionado a los videojuegos. Podéis tomároslo como una recomendación personal de este redactor. Además, la sección de Descargas proveerá, como siempre. Para que no se diga que no os lo ponemos fácil.

 

Por Daniel

5 comentarios en «The Combatribes – Quilombo para tres»

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *